lunes, 24 de octubre de 2016

My Ladyboy Girlfriend

Estoy releyendo 10 ingobernables, historias de transgresión y rebeldía, de la gigante June Fernández en libros del KO. El libro es un librazo que entrevista y narra vidas de personas de diferentes edades, lugares y vidas, con una cosa en común. Desafían el sistema heteropatriarcal. Una intersexual salvadoreña, un chico trans de Madrid, un grupo de mujeres mayores gallegas, un cabro muy mayor que vende ajos en Bilbao. El libro es espectacular pero lo mejor es que te va llevando a ver películas, leer artículos y rascar las capas del binarismo hombre mujer.
Durante tres años estuve viviendo y trabajando en varios países de Asia. En dos de ellos la transexualidad estaba completamente escondida, estigmatizada y perseguida, y sólo en antrazos nocturnos se veía, vinculada a la prostitución. En otro, Tailandia, la cultura nacional tiene una figura, las katoeys que son trans femeninas, que forman parte de la cotidianeidad. En un cuarto, Filipinas, existe un término, Baklà, para personas que no son ni hombres ni mujeres sino un tercer género, no vinculado a los genitales, también llamadas ladyboys.
Tanto en Tailandia como en Filipinas, las ladyboys se suelen dedicar a la prostitución y a buscar parejas extranjeras, de una sola noche, temporales o estables, a cambio de dinero, y apoyo económico para sus familias. Tailandia no lo conozco mucho, pero en Filipinas se daba un caso del que se habla poco: turismo e incluso migración de hombres blancos, normalmente mayores, de clase media u obrera, que compran los servicios tanto sexuales como de cuidados de mujeres cis, trans y ladyboys. Muchos hombres, la mayoría estadounidenses y británicos, van a envejecer a Filipinas, y se casan o se emparejan con mujeres cis o trans màs jóvenes para que les cuiden, les follen y les atiendan. En el caso de expatriados, una nueva clase social según Saskia Sassen, jóvenes, con trabajos muy bien remunerados y que influyen la gentrificación y la oferta de servicios de los países en desarrollo, también se da, más vinculado a servicios sexuales y de acompañamiento, que de cuidados. Algo así como "vive tu aventura asiática".
En el caso de los ladyboys me encontré con esta página, myladyboy girlfriend, de un chico joven francés, que vive en filipinas con una pareja ladyboy. Él tiene un blog, un libro que vende y esta página donde da consejos para conseguir una novia ladyboy y responder consultas como "cuánto tienes que pagar a tu novia?". Y tal vez lo más interesante sean los comentarios. Un montón de chicos, jóvenes, normalmente europeos, se la pasan ahorrando para viajar a Filipinas y tener relaciones con ladyboys filipinas. La página está llena de consejos sobre cuánto pagar, cómo descubrir si es una estafadora, y dónde y cómo encontrarlas, así como un montón de ladyboys que escriben para postularse como parejas. Mercancía pura, un ebay de personas, pero también mezclado con el amor romántico que en Filipinas está muy pero que muy presente. Haz tu apuesta y gana un ladyboy. Preséntate y gana un novio rico y extranjero. ¿Todos ganan?
En Filipinas un país profundamente católico y en muchos casos evangelista, ser un ladyboy está aceptado, desde luego más que en Europa o que en Perú. Pero no dentro de la familia. La mayoría de ladyboys se mudan entre las siete mil islas del archipiélago para iniciar su carrera, porque son tolerados por la sociedad pero no normalmente por sus familias. Pero esto importa poco a los europeos que migran o viajan al país, buscando tener sexo con personas trans, incluso una relación. Para mí es desolador cómo se mezcla patriarcado, capitalismo, colonialismo y clasismo en estos casos.
La mayoría de los chicos buscan algo que en sus países no se atreven a hacer: reconocer que te gusta el sexo con mujeres transexuales no operadas es algo que no se dice, de lo que no se habla. Hay dos pluses, según los comentarios de estas páginas y mi propia experiencia allá: las filipinas son mucho más guapas que las europeas, donde las mujeres cis “no se arreglan y están gordas,"como dice el chico del blog. De las trans europeas no dice nada, y creo que es porque está muy relacionado con el segundo punto. La “cultura asiática” es sumisa, dicen. Son mujeres que además de ser guapas, tener un pene y costar barato, “te cocinan, te preparan el café por las mañanas y te dan masajes por las noches”.
Lo que me sorprendía viviendo allá era como muy pocos de estos varones europeos, o estadounidenses se cuestionaba la explotación y el colonialismo. Asumían que las mujeres o lxs ladyboys lo hacían porque querían, incluido el preparar el café, limpiar la casa, y hacer masajes. Les gusta. Eso también lo decían de mi abuela. A ella es que lo que le gusta es cuidar de los nietos, y de los hijos, y limpiar la casa, y cocinar, 365 días al año, setenta años seguidos. Ya. Claro.
En los países donde viví, se daba por hecho entre los extranjeros, que a las asiáticas les gustaba complacer más que elegir su propia vida. Las quejas a menudo eran porque la chica en cuestión empezaba a pedir demasiado dinero, siempre con la “excusa” de que su madre estaba enferma, que necesitaba dinero para el hospital o para pagar el colegio de sus hermanos.
A los consumidores de estas mujeres de compañía, con las que a veces no se podían comunicar porque hablaban muy poco inglés y ellos desde luego no aprendían tagalog o las cientos de lenguas locales, les entraba una sensación de “ser estafados”. Muchos de ellos estaban convencidos de que las chicas o lxs ladyboys con los que estaban, se habían enamorado de ellos y entonces no entendían por qué tenían que pagar lo que ellos consideraban demasiado, siempre. En cambio que les ataran los zapatos les parecía normal.
Ayer hablaba con un amigo sobre esto. Y el temazo es que evidentemente no eres más o menos transgresor y diverso por tus gustos, tu orientación o tu identidad sexual, sino por la forma en la que construyes tus relaciones. La normal integración social de personas trans en Filipinas, o Tailandia ha sido una mezcla explosiva con el capitalismo y el turismo sexual, con las frustraciones y la represión del primer mundo que va a comprar al tercero, a precio de oferta, cuerpos y cuidados.
En Cataluña acaban de aprobar en estos días que las personas trans puedan cambiar su nombre en los papeles sin que un médico diagnostique “disforia de género”. Es un primer paso importante para que en occidente se deje de considerar la transexualidad como una patología que tiene que diagnosticar un médico, cosa que también ocurre en Asia para acceder a las hormonas, pero se le da menos importancia a los papeles, porque existen desde siempre y son visibles desde siempre. Pero me temo que los chicos de este blog no buscan identidades trans, buscan otra cosa.
Y aquí un párrafo, literal del chico que tiene una novia ladyboy en Filipinas, y vive de vender libros sobre cómo conseguir la tuya, por el cómodo precio de un billete de avión.
"Currently we are living together in Manila, Philippines. I always dreamed of having an Asian ladyboy girlfriend, and when I met Anne I felt like I won the lottery. She is the girl of my dreams, she is petite, she has smooth brown skin, she has black hair and she has a cute face. And what I love the most about my girlfriend is that she has this positive attitude, she keeps on smiling and she knows how to make me laugh. She is very carring in all ways; she makes coffee for me, she sometimes cook my favourite Filipino dish Pork Adobo, and at night she gives me very good massage. "

1 comentario:

  1. Interesante artículo, aunque tu "desolación" es tu mirada, ridícula y soporífera. ¿Qué tiene de extraordinario que un hombre quiera algo de atención y buen trato y qué si hay mujeres, ladyboys o no, que gusten complacerlos a cambio de seguridad, algo de dinero, cariño también?

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